Andrés Figueroa Cornejo (Piensa Chile)
lunes, 14 de abril de 2008
La caída del dólar (pese a la inyección absolutamente insuficiente del Banco Central), el alza del petróleo, la crisis energética, el aumento inflacionario, el alza de los alimentos a nivel mundial, la recesión norteamericana y la desaceleración económica de los llamados “países emergentes” (China, India), en conjunto y de manera interdependiente, resultan variables que impactan dramáticamente en la plataforma económica que sustenta la arquitectura del modelo chileno, dañando sustantivamente las condiciones de existencia de los trabajadores y el pueblo.
Según cifras oficiales –que muy bien pueden ponerse en duda viniendo de interesados organismos estatales-, a la fecha y comparativamente al mismo trimestre del año anterior, la cesantía en el país ha aumentado un 1 %. Mientras el Ministro de Hacienda, Andrés Velasco, hace gárgaras teatrales para intentar imponer un discurso de tranquilidad para los inversionistas extranjeros y los bolsillos nacionales, lo cierto es que el costo de la vida ha crecido más de un 8 %, número que provoca su altura en virtud del aumento del precio de los alimentos esenciales y servicios básicos. Es decir, lo que sube son las mercancías estratégicas, y lo que baja son las zapatillas chinas para después del baño.
Más allá del superávit multimillonario -cuyas migajas el gobierno ha convertido en un bono miseria por una vez para “paliar las alzas” ($ 20 mil pesos, menos de 45 dólares) para el 40 % más pobre de la sociedad- y que, en realidad corresponde al ahorro o aval necesario ante una eventual debacle del empresariado (un Estado burgués siempre subordinará sus dinámicas económicas a los intereses y perpetuación de las clases dominantes), las desigualdades en el plano de los ingresos campea de manera estructural; construye las condiciones de una nueva crisis social; y apura la reorganización de los trabajadores y el pueblo.
Parte de las reacciones del gobierno concertacionista para enfrentar la desaceleración económica chilena, están asociadas a controlar la inflación mediante la refrigeración de los salarios. El capital, por su parte, como es histórico en estos casos, destruye trabajo. Sólo como un vistazo a los ejemplos más bullados, está el despido de 1600 trabajadores de la Industria del Salmón (una de los polos exportadores más significativos del país destinados a mercados japoneses y norteamericanos). Sólo en la empresa Marine Harvest, propiedad de capitales noruegos, el 12 de abril, 350 trabajadores que ingresaban al turno de medianoche en la planta Chinquihue de esa empresa fueron notificados de sus despidos y entregados sus finiquitos. Pese a que la medida estaba anunciada para mediados de año, la determinación patronal se adelantó sin más argumentos que los correspondientes a sus propios intereses, e ilustrados por la contaminación de cosechas salmoneras producto del virus ISA.
Nuevamente, ante la solicitud de la intervención del gobierno frente a la masiva desocupación, el Ejecutivo se limitó a decir –como ya es su peregrina costumbre- que el incidente es un “conflicto entre privados”. Al respecto, el gobierno parece no percatarse que al no existir mediadores en los conflictos laborales, no sólo no cumple con una función capilar del Estado asociada al Derecho al Trabajo, sino que, paulatinamente, crea las condiciones para el despliegue más directo y franco de nuevos episodios de lucha de clases. Desde abajo, la nula o insuficiente regulación estatal al menoscabo del trabajo, alberga potencias entre los asalariados que promueven la independencia política de la clase, el descrédito creciente del gobierno, y la urgencia de empuñar con mano propia la salida a sus conflictos. De algún modo, la propia obsecuencia e indolencia de la Concertación gastada, edifica un escenario lleno de posibilidades para la reconstitución de la fuerza destinada históricamente a enfrentar al capital.
El 7 de abril, 520 trabajadores de Cerámicas Cordillera, legendaria productora de esos artículos, fueron notificados del cierre de la planta de producción donde laboraban. Cerámicas Cordillera nació en 1984, como una empresa destinada a la producción para el mercado interno de cerámicas de calidad. Es parte del Grupo Pizarreño, formado por Cerámicas Cordillera, Ladrillos Princesa, Duratex, Romeral, Etersol, Fibrocemento Pudahuel, Tejas Chenas y Aislantes Nacionales. El Grupo Pizarreño es un costado de la transnacional ETTEX de origen belga, y en Latinoamérica tiene presencia, además de en Chile, en Perú, Colombia, Brasil y Argentina. Pero Cerámicas Cordilleras no cierra como empresa, sólo que ahora se dedicará exclusivamente a la comercialización de cerámicos para el mercado nacional. Los trabajadores de la empresa han señalado que “la contradicción es entre capital transnacional y los trabajadores chilenos, pero esto no es mejor ni distinto cuando se trata de capitales nacionales.” Aquí, la búsqueda patronal de mano de obra y mercancías más baratas vinculadas a la producción cerámica y la mantención de las tasas de ganancia, funciona como ley de hierro del capitalismo contra los trabajadores.
Asimismo, recientemente fueron despedidos 300 trabajadores de la tienda comercial Casa Ideas, mientras la industria forestal es fuertemente golpeada por la baja de demanda norteamericana de productos madereros para la construcción, lo que ha provocado cierre de aserraderos y reducción productiva, y, por tanto, de empleo. El 2007, el producto redujo sus envíos a USA en un 40 %, pasando de 320 millones de dólares en 2006 a 189 millones de dólares en 2007. En los dos primeros meses de 2008 ya se hunde un 15 % por debajo de lo vendido el mismo bimestre de 2007. En este caso, las exportaciones derrumbadas y sus fuerzas productivas asociadas, tiene directa relación con la crisis de la vivienda norteamericana que frenó de golpe la construcción habitacional para los segmentos “de alto riesgo” de la principal economía mundial.
Para efectos de este artículo, sólo vale mencionar la debacle de la producción nacional ligada al calzado y el textil, debido a las importaciones asiáticas a muy bajo precio. Lo que China compra de cobre chileno, engordando la cuenta fiscal ante eventuales crisis burguesas, por otro lado, lo cobra con creces a través de sus importaciones destructoras de trabajo chileno. No es extraño, entonces, que más del 70 % de los asalariados del país se desempeñen en áreas de servicio. En Chile, todo el mundo vende algo, pero muy pocos producen algo.
En resumen, la crisis de dimensiones insospechadas del capital mundializado impacta a diario de manera negativa frente al salario, la estabilidad laboral, e implacablemente en el empleo. Y todo lo que haga el gobierno –cuyo contenido político económico es similar al de la derecha histórica- tendrá el efecto de una aspirina de niños para enfrentar un cáncer maligno.
La crisis de la Concertación de Partidos por la Democracia –forma aparentemente más progresista, pero con el mismo contenido clasista del bloque en el poder- no sólo sufre el desprendimiento de los laterales más derechistas de la Democracia Cristiana y el PPD, cuyos movimientos han brindado mayoría a las políticas de la Alianza por Chile en ambas cámaras del Poder Legislativo. Ahora ocurre que, luego del Congreso Salvador Allende (!) del Partido Socialista, y en vísperas de las elecciones de la nueva directiva de esa tienda, a contrapelo de lo anterior, ha surgido el Movimiento de Acción Socialista, franja liderada por el Senador Alejandro Navarro. Su objetivo general, es representar una versión crítica al extremismo neoliberal y enfrentar la hegemonía partidaria de Camilo Escalona y el tristemente célebre, Marcelo Schilling. En su documento de Fundación, el MAS se plantea “crítico de la Mesa del Partido por su falta de capacidad para transmitirle oportunamente a la Presidenta el malestar ante políticas públicas erradas, asumiendo actitudes obsecuentes por el supuesto fantasma de nuestro rol como Partido en el gobierno de la Unidad Popular. Dirección, que con esta actitud ha respaldado la profundización de un modelo económico que afecta y rechaza la mayoría de nuestro pueblo.” Asimismo, el texto indica que “nuestro Partido… (tiene) una clara definición antiimperialista, solidaria con todas las causas que buscan afianzar la autodeterminación de los pueblos, la superación del capitalismo y la construcción del socialismo del siglo XXI.”
A lo largo de su historia, el Partido Socialista ha sido una organización de tendencias y tensiones internas, debido, entre otras causas, a su raíz pequeño burguesa, independientemente de su alta penetración en el campo popular.
Luego de casi 20 años de gobiernos concertacionistas, un segmento claramente minoritario a nivel cupular del Partido Socialista, cree estar en medio de las condiciones necesarias para promover un viraje hacia la izquierda y por arriba de una de las piezas de la Concertación. Navarro, un buen republicano, progresista y amigo del gobierno venezolano y boliviano, abre un tragaluz en mitad de la opacidad y bancarrota de proyecto del Partido Socialista. ¿Ingenuidad; punto de arranque para acumular fuerzas a mediano plazo adentro y afuera del PS; plataforma mínima para acelerar una eventual candidatura presidencial; polo de atracción para la militancia de base descontenta; puente franco hacia una recomposición con la izquierda tradicional; la reedición actualizada de una visión remozada y con aspiraciones a largo plazo de una nueva Unidad Popular?
Naturalmente, el MAS perderá en las elecciones internas del PS. La descomposición política en relación a las fuentes inspiradoras del PS de Salvador Allende, es estratégica y sin retorno. Comenzó en los 80, en plena lucha contra la dictadura y digitada por el extinto eurocomunismo, y menos variará ante la hegemonía abrumadora en el sistema político –y, por cierto en el PS- en torno a la reificación del capitalismo como único modelo de sociedad posible.
La localización, visibilización y organización de una corriente auténticamente progresista al interior de uno de los partidos de la Concertación, podría funcionar –si es que cobra fuerza y no sólo es pirotecnia electoral- como intento de contención de la ultra liberal, ante la derechización explícita del conglomerado en el Ejecutivo.
Todavía es muy temprano para prever los alcances y potencias del MAS. Por lo pronto, lo importante es que colabore y no obstruya el proceso de recomposición de la organización de los trabajadores y el pueblo con independencia política de clase y horizontes auténticamente socialistas. Y es de esperar, que no intente, por arriba, lograr dividendos políticos ante el descontento popular. Ello comportaría una nueva variante demagógica, que sólo alimentaría la confusión de los de abajo. Más bien correspondería que la tendencia de Alejandro Navarro se pusiera al servicio de los intereses populares. Que dejara de mirar un momento a una Moneda hoy inaccesible, aclarara más su proyecto y denunciara, de cara a las mayorías, la corrupción, la capitulación, la descomposición política y ética que gangrena buena parte de los que gobiernan el actual Partido Socialista. Así y sólo así, los de abajo podrían observar al MAS como una propuesta seria y con grados de consecuencia auténticos.
Abril de 2008
* El autor es miembro del Polo de Trabajador@s por el Socialismo