El Clarín - Rodrigo De Los Reyes Recabarren
miércoles, 08 de octubre de 2008
El 8 de Octubre de 1967, en la escuelita de un remoto lugar de nombre La Higuera, en la Sierra boliviana es asesinado el médico argentino Ernesto Guevara De La Serna. El mundialmente mítico Che. El comandante Che Guevara, compañero de Fidel y líder de la revolución latinoamericana.
Tan solo siete años después, el 5 de Octubre de 1974, en un modesto barrio de la Comuna de San Miguel, en la calle Santa Fe esquina Chiloé, de Santiago de Chile, cae combatiendo el joven médico Miguel Enríquez Espinoza.
Fundador del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR. Organización que nace inspirada en la Revolución Cubana y que marca un antes y un después de la izquierda y del movimiento obrero chileno. Los detractores- como también algunos simpatizantes- de estos dos jóvenes revolucionarios latinoamericanos, que iluminaron la política activa de los sesenta y setenta, han puesto el acento en el militarismo de su acción por sobre la profundidad de sus ideas. Destacan –como principal fortaleza- que concebían la lucha armada como única vía para acceder al poder y construir el socialismo. Valorando profundamente la lucidez, coraje y oportunidad que Ché y Miguel tuvieron para saber “leer” el escenario político de su época, creemos que hay otros matices que engrandecen aún más –o al menos son universales- de estos médicos revolucionarios.
Ernesto Che Guevara y Miguel Enríquez representan lo mejor de su generación. Jóvenes con sólida formación profesional e intelectual. Los dos eran lectores compulsivos, devoraban cuanto libro estaba a su alcance. Se cuenta que el Che en plena campaña en Bolivia, asediado por los “ranger” llevaba en su mochila libros, entre ellos a nuestro Neruda, pudiendo llevar comida. Miguel, clandestino en la casa de calle Santa Fe leía hasta altas horas de la noche la Enciclopedia Británica.
Che y Miguel tuvieron un gran compromiso con la historia de sus pueblos, un amor hacia la Humanidad –es decir el prójimo- a toda prueba y sobre todo la consecuencia en sus vidas para defender sus ideas e ideales a costa de su propia existencia. Ernesto estudió medicina en la Universidad de Buenos Aires y se especializó como médico salubrista. Miguel estudió medicina en la Universidad de Concepción y, dicen, se especializó como Neurólogo. Ambos creían que cómo médicos debían tratar las causas reales de la enfermedad de la sociedad: pobreza, marginalidad, falta de acceso a la salud, dependencia de potencias extranjeras, depredación de los recursos naturales. ¡Pobreza del pueblo latinoamericano!
El Che inició un periplo por América Latina en una motocicleta y se fue empapando de la realidad de los países y las paupérrimas condiciones de los campesinos de Brasil, los pueblos originarios del Perú y Ecuador, los mineros del norte chileno, los guajiros de las bananeras en Santo Domingo y campesinos del llano en Venezuela. Miguel, inició su proceso político con los mineros del carbón en Coronel y Lota, -viví tres años en la ex Zona del Carbón y escuché testimonios de mineros que “trabajaron” con Miguel y sus compañeros- luego con los campesinos del sur y se unió a los pobladores del gran Santiago. De ahí nació la política de “Los Pobres del Campo y la Ciudad”.
La mejor escuela política que tuvieron estos jóvenes no fueron las aulas universitarias o prestigiosas academias (hoy instituciones como Chile 21 o Empresas como Expansiva) La mejor escuela fue el contacto directo con el pueblo, con el movimiento obrero, con los pobres del campo y la ciudad. Fue el compromiso con los “miserables” de la época, que no clasificaban en ninguna Ficha de Protección Social. En la década de los sesenta y setenta la dependencia de América Latina era muy intensa. Masas empobrecidas trabajando para empresas transnacionales norteamericanas que se llevaban el cobre, el algodón, el estaño, madera, el café y cacao, también el petróleo. Este continente vendía barato y compraba tecnología cara (hoy ni siquiera la venden). No había un proceso de industrialización poderoso. Cifras de la FAO acreditaban que el 80% de las tierras cultivables en América Latina estaban en manos de apenas de un 5% de la población. El latifundio estancaba el desarrollo y alimentaba la pobreza urbana. El Che sostenía las tesis de no alineación con las grandes potencias y Miguel creía en el protagonismo de aquellos sectores que el capitalismo excluía y la izquierda tradicional no incorporaba en sus programas: los “pobres del campo y la ciudad”, una fuerza social que cada día aumentaba constituyéndose en un ejército de desempleados y mano de obra barata. También en un actor político poderoso. (la cultura del voto. Nota del autor)
Ernesto Che Guevara y Miguel Enríquez constituyen los más altos ejemplos de claridad y decisión revolucionaria que las luchas de los explotados del mundo han tenido en el siglo pasado. Su ejemplo, su palabra, su pensamiento político sigue vigente, sobre todo en período de reflujos y derrotas de la clase obrera y del pueblo. Deberemos –los que aún creemos en que Otro Mundo es Posible- trabajar con más pasión, con miradas más amplias y menos sectarias, con mayor capacidad de sumar fuerza y unir a diversos sectores de la sociedad para dar el golpe de timón urgente!
Por Rodrigo De Los Reyes Recabarren
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