12 december 2008

Raúl y Cecilia en el desarrollo del FPMR


“Pondremos la dignidad de Chile tan alta
como la Cordillera de los Andes”




Frente Patriótico Manuel Rodríguez

La base inicial para la construcción del Frente fue la centralidad de varios núcleos conspirativos al interior del país, cuya expresión hasta los 80’ se conoció como “Comando Manuel Rodríguez”. Estos estaban destinados a la ejecución de sabotaje menor y medio, una estructura que en el interior del PC era llamada “Frente Cero” y que con la adopción de la Política de Rebelión Popular (PRP), fue cualificada con el ingreso de oficiales internacionalistas formados en Cuba, Bulgaria, Alemania Oriental y otros países del Bloque Socialista. El primer contingente que regresa fueron 10 compañeros, entre los cuales venía Raúl Pellegrín Friedmann, el Comandante José Miguel, quien sería uno de los dirigentes más connotados en la construcción del FPMR.

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En el futuro esta preparación político-militar se extendería a jóvenes que viajaron por decenas a especializarse en técnicas de la lucha urbana irregular, favorecidos por la cobertura lograda gracias al quehacer internacionalista en Nicaragua y la guerra en El Salvador, así como la inmensa simpatía y apoyo alcanzado por el Frente en el exterior, lo cual fue fundamental en la política internacional que la organización logró establecer a pesar de ser un aparato, algo que sucedería posteriormente con la mayoría de las necesidades políticas y militares que fue asumiendo al calor de la lucha, que permitió incluso sostener una estructura independiente al momento de romper con la dirección comunista.


Experiencia combativa

La primera promoción de oficiales en Cuba se abrió en 1975, un año después que Fidel Castro ofreciera a la dirección del PC en el exilio encabezada por Volodia Teitelboim, formar a jóvenes militantes en la carrera militar. La propuesta inicial era vista como un proceso de largo plazo, aunque fue cambiando en la medida que se fueron abriendo condiciones para el repunte de la lucha antidictatorial. En Chile las Fuerzas Armadas aún tenían el control del país, los intentos de resistencia habían sido duramente reprimidos, y los partidos de izquierda recién se arrimaban a una posición más decidida para enfrentar la dictadura, luego de la dura represión vivida desde el Golpe Militar en 1973.

Con un objetivo todavía lejano e impredecible, la formación militar estaba en un principio motivada por la experiencia del gobierno de la Unidad Popular, que subestimó la necesidad de contar con una fuerza militar propia. La responsabilidad de este error estratégico quedaba en manos de socialistas y comunistas, que apoyaron hasta los últimos días la “vía chilena” al socialismo, o la formas pacífica e institucional para alcanzar este objetivo, favoreciendo la llegada del fascismo al poder y el asesinato de miles de dirigentes populares y seguidores de Salvador Allende, incluida la muerte del mismo en el palacio presidencial, defendiendo con su fusil el gobierno democrático, patriótico y popular que representó.

Un momento importante en esta historia es la agudización del conflicto armado en Nicaragua, junto a la decisión del gobierno cubano de apoyar a los Sandinistas de reforzar sus flancos más débiles con el ingreso a territorio nicaragüense, de un gran contingente de luchadores internacionalistas provenientes de varios países sudamericanos. Entre estos combatientes estaban los oficiales chilenos, quienes desde fines del 78 serían destinados a combatir en el Frente Sur, cercano a la frontera con Costa Rica.

Cerca de cien fueron los oficiales chilenos que cumplieron un papel destacado, a veces decisivo, en el triunfo de la Revolución Sandinista, proclamada en julio de 1979. Sobresaliendo combatientes como Days Huerta, Edgardo Javier Lagos (Payo), Roberto Lira, que regaron con su valentía los campos de Centro América; y los que como Juan Waldemar, Moisés Marilao Pichun, Roberto Nordenflycht (“el huevo”), entre otros, dieron su vida en la lucha antidictatorial en el interior del país, como militantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

Construcción del Frente

Raúl Pellegrín ingresa a Chile a principio de los 80’, en medio de un creciente descontento social por la recesión económica que azotaba al país. Se instaló por seguridad de forma clandestina en un barrio pudiente de la capital, y como era de conducta educada, tez pálida y ojos azules, pasaba inadvertido bajo distintas identidades falsas. Ahí comenzó a hacer los ajustes necesarios del plan de sabotajes que marcaría el debut del “brazo armado del pueblo”, como lo definió la política de rebelión en esa etapa, ubicándose en el seno de la crisis para golpear al enemigo dictatorial. En esos lugares no se tocaba la cacerola en días de protestas nacionales, que aumentaban en intensidad y que llegaban poco a poco a las zonas más acomodadas y de clase media.

El FPMR tenía las condiciones propicias para surgir, estaba la necesidad, el ambiente, los hombres y mujeres dispuestos al combatir, la moral, la técnica y por supuesto, las armas. Sobre estos componentes comienza a trabajar Raúl con los demás oficiales para organizar según la experiencia lograda en Centro América, una comandancia central, distinto grupos operativos y de apoyo (fuerzas especiales, logística, exploración, etc.), una estructura de sanidad, otra de propaganda y además de trabajo de masas. También se establece el nombre de la nueva organización, su bandera e himno (escrito por el ya fallecido Patricio Valdivia, y musicalizado por el “Pato Manns”), una de cuyas estrofas versa: Como la sombra de la memoria viva / vuelve al combate frontal Manuel Rodríguez; alto y duro como un rayo interminable / en contra del mismo tirano inmemorial… rememorando al guerrillero independentista que selló con su estirpe la nueva organización político-militar en construcción.

Comenzaba así la noche del 14 de diciembre de 1983, con un simultaneo sabotaje al tendido eléctrico interconectado del país, la historia del Frente Patriótico, que pretendía a acelerar la efervescencia antidictatorial y profundizar el escenario prerrevolucionario existente, junto a lo cual se perfilaron también organizaciones como las Fuerzas Rebeldes y Populares Lautaro y el Mir, para golpear en conjunto neurálgicos objetivos económicos, políticos y militares del régimen de facto.

Los primeros cinco años de resistencia y rebelión dejaron como balance, una gran cantidad de operaciones que fueron demostrando la vulnerabilidad del aparataje represivo de la dictadura y la capacidad de los sectores populares para asimilar las nuevas formas de lucha con gran creatividad y audacia. Se perdía el miedo, se multiplicaron las organizaciones de base y profundizaba su accionar al calor de las protestas, surgiendo por doquier milicias urbanas que demostraban el alto nivel de conciencia que el fenómeno permitía, lo mismo que cuadros conductores que sellaría con sus proezas cada uno de los acontecimientos, muchos de los cuales dejaron su vida en la acción, presos, torturados o liza y llanamente, asesinados a mansalva como sucedió con tantas mujeres y hombres de este pueblo.

Así surgen cuadros como Cecilia Magni, la Comandante Tamara, que con su capacidad organizativa y ternura impregna al Frente de una inmensa mística. Ésta representaba a los combatientes nacidos al calor del proceso dentro del país (Enzo, Ignacio, Tatiana, el “Lobito” y tantos otros y otras). Su experiencia siempre en desarrollo, permitió unir dialécticamente el aprendizaje que sólo se adquiere cuando hay voluntad de lucha, con una formación y autoformación teórica y técnica realizada en caliente. Incluso, a pesar de provenir de una familia pudiente, de tener la posibilidad de disfrutar de los privilegios que la dictadura entregó a la burguesía media y alta mientras sometía al conjunto del pueblo, optó por combatirlos y poner sus conocimientos a disposición popular en términos de cualidades y creatividad política, asumiendo cada una de las tareas con un alto nivel de exactitud. Tamara hizo escuela, con su rol en la logística, la metodología organizativa, la táctica operativa y la firmeza de principios, permitió dotar al FPMR de la sensibilidad que todo cuerpo armado revolucionario requiere para potenciar su sentido humanista.

Ciertamente, sin este escenario y capacidades humanas hubiese sido imposible pensar siquiera en planificar el ingreso de toneladas de armamento y explosivo, y hasta el propio atentado a Pinochet en el “año decisivo” (1986). Los cuales eran parte del plan de Sublevación Nacional decidido por el PC en el Pleno del 85, y que es abortado no sólo por la localización de parte de esta importante logística o el fracaso del “tiranicidio” a fines del 86’ (dos de las mayores operaciones militares realizadas en las fauces del pinochetismo), sino mas bien por las contradicciones existentes en la conducción partidaria comunista, que llevaron luego al distanciamiento del FPMR con el PC.

En definitiva el crecimiento del Frente, su organización y la evolución en las técnicas operativas, están relacionadas con el papel jugado por Raúl y Tamara. Su aporte rector fue determinante en todo el proceso de desarrollo del FPMR y la ruptura con el PC en 1987 , así como en el Rediseño y la estrategia de la Guerra Patriótica Nacional en 1988.



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Tanto en la fase de mayor confrontación como de desarme producto de las componendas entre el régimen y la oposición burguesa, llamada de “transito a la democracia”, Raúl Pellegrín y Cecilia Magni se mantuvieron en la primera línea de combate. Por ello a pesar que no era necesario que participaran directamente en la toma de poblados aquel 21 de octubre de 1988, donde fueron cercados por la represión, asesinados y lanzados a un río aduciendo que habían muerto ahogados, quienes le conocieron, saben que su actitud no podía haber sido distinta: “ser consecuente y actual con el ejemplo”… Ellos no sólo criticaban el desarme y el entreguismo de la izquierda tradicional en general, sino también su falta de moral y principios, por lo cual rechazaron siempre y sin contemplación, a quienes dirigían los procesos desde sus escritorios, no arriesgaban el pellejo y utilizaban la lucha sólo con fines oportunistas, olvidando la rebeldía, la dignidad y el cansancio de las bases populares ante tanta injusticia.

A 20 años de la muerte de Raúl y Tamara, guarda inmensa vigencia aún la consigna lanzada a los rodriguistas y revolucionarios por aquel entonces: “O nos doblegamos, o nos alzamos con fe en la fuerza del pueblo!”



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