Palabras de los compañeros de Tatiana Fariña, leídas en la ceremonia de plantación de un árbol y una placa recordatoria. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile, 14 de mayo de 2008.
Estamos aquí para cumplir el deber del homenaje. Estamos aquí para hablar de Tatiana Fariña.
Decimos Tatiana y con ello, nombramos una época que compartimos y nos hizo hermanos donde quiera que estemos. Una época en que el país entero se alzó para ganar su libertad; una época que nos convocó a una tarea a veces abierta, a veces una gran conspiración colectiva; una época donde los jóvenes fueron el corazón y el motor del deseo de ser libres, rotundamente libres.
Decimos Tatiana y hablamos de una generación que vivió como niños los mil días más hermosos que el pueblo conoció jamás…asistiendo con sus padres a las plazas, al centro, a soñar con vivir de un modo distinto, celebrando con los goles de Caszely y sintiéndose grande cuando don Chicho decía ante las naciones del mundo que venía de un país pequeño…
Una generación que vivió el golpe mirando por la ventana ver pasar los aviones cuyas bombas rompían en pedazos el atrevimiento de los plebeyos y devolvían el país a sus dueños de siempre…los que escuchamos a Allende despedirse por radio sin saber que esas palabras seguirían resonando en nosotros por siempre…
Allí aprendimos lo más terrible: arrancar hojas de nuestros libros de estudio y asumir la proscripción de canciones, nombres, poemas e ideas. Obligados a cantar ordenados la canción nacional, formarse a discreción, los pequeños golpes cotidianos vividos en cada colegio…tiempos en que nuestros padres arrancaban de sus casas y nuestros tíos desaparecían…
Lentamente, entre los rumores, nuestras mentes de niños y adolescentes comenzaron a comprender la operación de exterminio que se llevaba a cabo en las calles. Tiempos del terror más absoluto pero, a la par, tiempos de una labor larvada, de boca en boca, que reactivó un saber profundo, inmemorial, el saber de la sobrevivencia enseñado como amarga lección por las distintas oleadas de represión vividas a lo largo de una historia donde la democracia se nos descubrió más como excepción que como falsa regla. Armas entrenadas a lo largo de la guerra contra el pueblo mapuche, la contrarrevolución del 91, La Coruña, Santa María, Lonquimay, Ranquil, San Gregorio, Puerto Montt, Lonquén, Pisagua, Isla Dawson, Villa Grimaldi, Estadio Chile…la larga lista de la infamia…
Puerta a puerta, sobre la base de un negocito de venta de huevos como fachada, nuestros padres y abuelos activaban la fuerza de los lazos para reconstruir la red de los sobrevivientes…dando continuidad a esa historia larga de la resistencia que Neruda contó al mundo en sul Canto General cuando dijo
“Yo no vengo a llorar aquí donde cayeron:
vengo a vosotros, acudo a los que viven.
Acudo a ti y a mi y en tu pecho golpeo.
Cayeron otros antes ¿Recuerdas? Sí, recuerdas.
Otros que el mismo nombre y apellido tuvieron.
En San Gregorio, en Lonquimay lluvioso,
En Ranquil, derramados por el viento,
en Iquique, enterrados en la arena,
a lo largo del mar y del desierto…
Yo encontré por los muros de la patria,
Junto a la nieve y su cristalería,
detrás del río de ramaje verde,
debajo del nitrato y de la espiga,
una gota de sangre de mi pueblo
y cada gota, como el fuego ardía”
Hoy decimos Tatiana y volvemos a sentirnos republicanos, sacando las banderas que guardamos dentro para saludar a todos aquellos que no escurrieron el bulto y pusieron el corazón y algo más para enfrentar ese terror con los ojos abiertos. A los que, en medio del miedo, se rejuraron que esta vez no se la iban a llevar pelada…y actuaron para poner la dignidad de Chile más alta que la Cordillera de los Andes.
Hoy pretenden que neguemos esa parte de nuestra historia, que aquí nadie luchó, que Pinochet se fue sólo porque un lápiz se lo pidió. Con ellos, que niegan en público lo que aprobaban en privado, Tatiana muere mil veces. Los poderosos siempre le han robado a la gente la fiesta y el derecho a resistir. Nosotros hemos contestado plantándoles delante a Pedro Urdemales y a Manuel Rodríguez. Nosotros hemos engañado al diablo y arrancado del purgatorio, nosotros hemos dicho que aún queda patria cuando las papas quemaban…
Hoy decimos Tatiana y la historia se va transformando en leyenda…y nos paramos justo en ese punto que separa a la amiga de la heroína. Y recuperamos a Tatiana en toda su humanidad, ampliamos el lente de la foto y la descubrimos veraneando con su familia, desfilando como una improvisada modelo, actuando como Chavo del Ocho con sus compañeritos, leyendo el discurso de despedida de cuarto medio en su liceo de Concepción. Nos volvemos a encontrar con su hermosa sonrisa y esa mirada irrepetible de los 19 años. En la foto que convoca a este acto hay un detalle que habla por sí mismo: Tati sale con unos aritos de palomita -las palomas y las rosas eran sus preferidas-. En su cajita de recuerdos nos volvemos a encontrar con uno de esos aritos, esta vez guacho. Ese gesto profundamente femenino de guardar con cariño el aro guacho con la esperanza de que aparezca ese, el que perdimos…
Y soñamos…soñamos que Rafael y Eduardo vuelven a su casa cansados y transpirados después de la protesta y se sientan a la mesa para comentar sus aventuras; soñamos que Paulina Aguirre se duerme tranquila mientras se promete escribir por la mañana los versos que le trajo la noche; soñamos con Cecilia Magni y Raúl Pellegrin, caminando felices a la orilla de un río; soñamos que Carlos Godoy Echegoyen abraza a su madre y le habla de cómo aprenden los jóvenes socialistas en las escuelas de cuadros; soñamos a Mario Martínez volviendo a su casa, con la conciencia tranquila por haber devuelto los libros y la mochila prestados; soñamos que Manuel Guerrero vuelve de clases y conversa con su hijo las novedades del día; soñamos que Tatiana vuelve a casa para por fin darse tiempo y encontrar ese aro perdido…
¡Y te decimos muerte que aquí no tienes nada que hacer, que de donde vienes, vienes sola y a donde vas, vas sola! Porque ellos se quedan con nosotros, en nuestros hijos, en nuestros sueños, en medio de la vida.
En medio de la vida, con ventanas abiertas, a plena luz… Cuenta la historia que una vez alguien le preguntó a Tati qué flores le gustaría que le lleven a su tumba si moría temprano, a lo cual respondió: 'regálame la flor en vida'. Hoy estamos aquí para cumplir esa promesa. Por ello, porque creemos que el recuerdo de los nuestros tiene que estar siempre junto a nosotros, nos prohibimos levantar memoriales en cementerios y preferimos plantarlos en los caminos de todos los días…para acompañar a los estudiantes que traen, en sus cuadernos, las significaciones del mañana.
14 de mayo de 2008.